Nuevo Cristianismo: Adoradores sin adoración

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¡Dónde están los hombres que tiemblan frente a la majestad divina! Ya no se escucha el clamor de Isaías: Hay de mí que soy muerto, porque siendo un hombre de labios inmundos y habitando en medio de un pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos a Jehová de los ejércitos (Isaías 6:5). ¡Dónde se encuentran los que gimen diciendo: “Oh Jehová, si mirares nuestros pecados, quién podrá mantenerse”; o como Pablo que exclamen: “¡Miserable de mí! ¿quién me librara de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24) ¡Dónde se encuentran aquellos verdaderos santos que puedan decir: tan terrible es lo que contemplo que estoy espantado y temblando! (Hebreos 12:21). Bien dice la Escritura: no hay temor de Dios delante de sus ojos. Como Job, viven llenos de justicia propia y al igual que éste declaran: “mi justicia tengo asida y no la cederé” “yo soy limpio y sin defecto; soy inocente, y no hay maldad en mí” (Job 33:8-9).

El cristiano de hoy necesita escuchar la voz tronante de Dios, volver al Sinaí a contemplar el monte humeante, encendido en fuego. Se le ha olvidado adorar con temor y temblor. Una vez más necesita oír (como a Job):

¿Acaso eres tan fuerte como Dios? ¿Puede tronar tu voz como la suya? Bien, vístete de tu gloria y esplendor, de tu honor y majestad. Da rienda suelta a tu enojo; deja que se derrame contra los orgullosos. Humíllalos con una mirada; pisa a los malvados allí donde están. Entiérralos en el polvo; enciérralos en el mundo de los muertos. Entonces hasta yo te elogiaría, porque tu propia fuerza te podría salvar. (Job 40:9-14 NTV)

Los cristianos de hoy tienen una idea tan superficial de lo que es el pecado, de la podredumbre de sus propios corazones y de su estado de incapacidad que se aventuran a declarar que son personas cumplidoras de la voluntad divina. Ya no hay cristianos que con profunda convicción confiesan que lo bueno que quieren hacer no lo hacen; que aún el pecado permanece en ellos. Si entendieran que son personas lisiadas de las manos y los pies, no se creerían grandes atletas espirituales. Si entendieran que son simples antorchas que se están apagando, no se creerían un grandioso sol alrededor del cual Dios gira. Si entendieran que son pozos secos, no se creerían fuentes de aguas. Son nubes sin agua, árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos.

Si el cristiano de hoy entendiera cuán profundo es el pozo del pecado y la condenación de donde Dios lo rescató no pretendería que simplemente recibió una ayuda para salvarse con su propio brazo. La opinión que muchos es que Dios los vio en el pozo de la perdición y les dio instrucciones de cómo salir; y se salvaron por lo fieles que fueron en seguirlas. No se dan cuenta que al caer en el hoyo del pecado se rompieron las manos y los pies y quedaron atrofiados para siempre; y si Dios no desciende en Cristo hasta la misma profundidad y los toma en sus brazos, todavía estarían allí. En lo que concierne a la salvación, el cristiano es un lisiado, con sus manos y pies carentes de utilidad. El Salvador promete que un día recibirá un nuevo cuerpo, mientras tanto, necesita depender por completo que Otro obre en su favor; esto hizo Cristo, y lo continúa haciendo.

La pobre comprensión que tiene el Cristianismo de hoy de lo que es la santidad de Dios, sumado a la ignorancia de su propia condición pecaminosa, hace que no exalte más a Cristo, que no hable de la gran necesidad que tiene de la obra que éste realizó en la tierra, ni de la importancia de Dios hacerse hombre. Está tan ocupado contemplando y meditando en su propia grandeza y las virtudes de sus nuevas obras que ya no encuentra razones para agradecer a Dios por la gloria del misterio que reveló en su Hijo. Los Cristianos de hoy se glorían en confesar: Yo antes era malo, ¡Gracias a Dios ya no lo soy! Una nueva forma de fariseísmo cristiano se viene desarrollando que impide a los hombres a depender enteramente de Cristo. Contrario a lo que muchos piensan la buena noticia no es lo que el Espíritu hace en nosotros, sino lo que Dios hizo en Cristo. Y los que en verdad tiene el Espíritu Santo se los conocerá porque exaltarán las virtudes de aquel que los llamó de las tinieblas a la luz, no las virtudes de su propios logros. Jesús mismo testificó que cuando el Espíritu de verdad viniera no hablaría de sí mismo; y todos aquellos que lo reciben se conocerán porque hablarán de las virtudes y dignidad de aquel que los redimió. ¡Que Dios reciba toda la gloria en Cristo! Amen.

 

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