Risa_de_Sara

¡Imposible!

Risa de SaraPrevio a la destrucción de Sodoma y Gomorra, Jehová envió tres mensajeros para que vinieran a Abraham. Estos le preguntan: ¿Y dónde está tu esposa? Abraham les respondió: Está dentro de la tienda. Uno de ellos le dijo: El año que viene volveré a visitarte, y para entonces tu esposa ya será madre de un hijo. Sara estaba a la entrada de la tienda, detrás de Abraham, escuchando lo que decían. Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara no estaba ya en edad de tener hijos, así que ella se rió y dijo entre dientes: “Eso sería muy bonito, pero mi esposo y yo estamos muy viejos para tener un hijo” (Génesis 18:9-12).

Sara se rió porque miró su propio cuerpo. ¿Qué contempló ella? Impotencia, incapacidad, un cuerpo decaído y viejo. La palabra “imposible” adquiere significado cuando el hombre piensa en sí mismo. Es una palabra de incredulidad, de desconfianza provocada por los retos que la vida ofrece, y que el hombre no puede superar. No es tan solo una reacción frente al sentido de su impotencia, es ante todo falta de fe en la palabra de Dios, en la capacidad de Dios para cumplir su promesa.

El “yo no puedo”, se convierte en “Dios no puede”, y cuando esto sucede el hombre crea un ídolo, un dios conforme a su impotencia; extraño por completo al Dios de la revelación. Su ídolo surge en su incredulidad,  y a su vez el ídolo lo alimenta de incredulidad y lo somete a la inseguridad, a la incertidumbre; pues tiene vida en su propia duda, en su impotencia. El Dios verdadero todo lo puede, se revela como el Todopoderoso, “El Shadai”.

La palabra “imposible” tiene una influencia poderosa. Encuentra su poder en hacer que su víctima piense en sí misma. Le hace consciente de sus debilidades para robarle toda fuerza, todo deseo por luchar e intentar.  Debilita sus emociones al punto de crear toda suerte de duda, y termina robándole la alegría; en fin, lo somete a la depresión.

Roba la fe, la certeza del mañana. La persona razona, si fuera posible esto o aquello, podría lograr esto o aquello. Si fuera posible saber que Dios en realidad perdonó mis pecados, no tendría cargo de conciencia. Si fuera posible saber que estoy reconciliado con Dios, no tendría temor del futuro. Si tuviera justicia, estaría convencido que soy un hijo de Dios. Todas estas incertidumbres las causa la palabra “imposible” porque busca en la carne la respuesta a todas estas interrogantes.

Hijas de “imposible” lo son: irrealizable, inalcanzable, inútil. Ellas nos quitan las fuerzas para luchar, la inspiración para intentar. Sara se rió, miró su carne, su cuerpo viejo y sin vida, y las hijas de lo imposible llenaron su corazón y le ocultaron el poder de Aquel que anunció la promesa. Lo opuesto a “imposible” no es “todo lo puedo”, no es la auto-sugestión o engaño. Lo opuesto a “imposible” es “El Shaddaí”, el Dios Todopoderoso.

Si el que duda desea sobreponerse a su incredulidad, necesita renovar su mente, entrenarla a pensar diferente. La alimentará con el evangelio de la gracia de Cristo, la sostendrá con la esperanza, contra toda esperanza; y la adiestrará a mirar fuera de sí misma, a colocar los ojos en las cosas de arriba. Arriba está todo lo posible: un Cristo victorioso, con una justicia perfecta. En la carne lo imposible. El hombre no sabe vivir mirándose a sí mismo porque no se lo creó para esto. Se lo creó para depender de otro, fuera de sí mismo, para depender de Cristo, su Creador.

La intención de Cristo desde el principio fue que el hombre encontrara su deleite en depender de él como el gran “El Shadai”, el Dios de lo posible. El pecado centralizó el corazón del hombre hacia sí mismo, pero la gracia vino para re-orientar su brújula espiritual hacia la diestra de Dios donde se encuentra Cristo, su Creador, y ahora su justicia.

Dios en Cristo mostró ser Dios porque es Dios sobre lo imposible. Él llama las cosas que no son como si fueran (Romanos 4:17). La imposibilidad cede al poder de aquel que todo lo puede. La fe son los ojos que nos orientan al cielo, así como la incredulidad nos orienta a la carne. La fe descansa en el poder de Dios revelado en Cristo, la carne en el poder del hombre.

Cuando los apóstoles reaccionaron al descubrir la dificultad del hombre salvarse, Cristo respondió: “lo que para el hombre es imposible para Dios es posible” (Lucas 18:27). El evangelio es el anuncio de la imposible-posibilidad. Era imposible para el impío que Dios lo justificara, sin embargo, el Dios que todo lo puede logró lo imposible: la justificación del impío. Era imposible que los muertos resucitaran, pero el Dios que todo lo puede resucitó a Cristo de entre los muertos; y junto con él a todos nosotros. Era imposible para el hombre ver el rostro de Dios y vivir, pero Dios lo ha hecho posible al reconciliarlo con el Cielo y lo invita a entrar a su misma presencia con toda certeza de fe.

¡Hombre de fe, borra de tu vocabulario la palabra imposible!, pues, para el que cree, todo es posible. Si Dios entregó a su propio Hijo en sacrificio por tu reconciliación, si te otorgó el perdón de tus pecados y asegura que la perfección de su Hijo te pertenece, ¿por qué has de dudar que le será posible resolver las demás cosas que atormentan tu vida?

Si continúas riéndote como Sara, mirando la impotencia de tu carne y confiándote en ella, la frustración y la duda serán tu alimento cotidiano. Deja de reírte de Dios, reconoce que Aquel que promete tiene el poder para hacer realidad lo que promete. Más aún la justicia de la fe dice: ¡ya está hecho! Cristo es el monumento que testifica del poder de Dios para lograr lo que es imposible para el hombre. Por lo tanto confiésalo con gozo. Si siendo un impío Dios te ha justificado, ¿habrá algo imposible para Dios?

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