La justificación ante Dios y los hombres

manPraying1Traducido de: Justification Before God and Men

Nuestra justificación ante Dios, y nuestra justificación ante los hombres no son iguales. Ante Dios somos justificados por la fe, sin las obras(ROM. 3:28; 4:5,6). Ante los hombres, somos justificados por las obras y no por fe sola (Santiago 2:24). Tan pronto como el pecador acepta a Cristo por la fe, se registra su nombre en el libro de vida del Cordero, se lo registra como miembro de la iglesia universal. Pero para poder unirse a la iglesia en la tierra, se requiere algo más que fe. El debe mostrar su fe a través de sus obras. Ante el cielo, a él se lo justifica por fe. Ante el hombre, se lo justifica por las obras.

El fallar en comprender la diferencia entre la justificación ante Dios y ante el hombre ha dado lugar muchos errores en la interpretación de Pablo y Santiago. Pablo declara que al hombre se lo justifica por la fe. Santiago dice que se lo justifica por sus obras. A menos que entendamos que uno está hablando de justificación ante Dios, y el otro de justificación ante los hombres, parecerá que Santiago está rotundamente contradiciendo a Pablo. Pero ellos estaban escribiendo sobre problemas diferentes. Pablo está interesado en la pregunta: “¿Como puede el hombre ser justo ante Dios?” En Romanos 3 el dice que el mundo entero es culpable “ante Dios” y por las obras ningún hombre puede ser “justificado delante de El” (versículos 19 y 20). Luego, en el capítulo siguiente, él continúa diciendo: “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de que gloriarse, pero no para con Dios” (Romanos 4:2). Es entonces claro que Pablo está discutiendo sobre la justificación “ante Dios”— la correcta relación “delante de El.”

A Santiago le interesa otro problema. Aquí habían profesos creyentes escuchando la palabra sin ponerla en práctica. Habían fallado en manifestar los frutos de una devoción práctica. Esto se hizo evidente en sus actitudes hacia los demás.  Por lo que el apóstol declara:

“Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si el hermano ó la hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, Y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y hartaos; pero no les diereis las cosas que son necesarias para el cuerpo: ¿qué aprovechará? Así también la fe, si no tuviere obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” Santiago 2:14-18

Nota que Santiago está exponiendo el asunto de cómo la fe se demuestra: “…yo te mostraré mi fe por mis obras.” Si “la fe” no produce fruto, no es realmente fe, sino una fe falsa. Santiago continúa:

“Tú crees que Dios es uno; bien haces: también los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció á su hijo Isaac sobre el altar?¿No ves que la fe obró con sus obras, y que la fe fue perfecta por las obras? Y fue cumplida la Escritura que dice: Abraham creyó á Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” Santiago 2:19-24

En su justificación para con Dios, Abraham creyó a Dios, y eso se le contó por justicia. Pero, ¿cómo sabemos que su fe era genuina? ¿Cómo sabemos que la forma de Dios hacer al hombre justo ante El es genuina? La vida de obediencia incondicional de Abraham prueba esto. Se requiere fe para obedecer a Dios en todo.

Lutero, escribiendo sobre el problema entre Pablo y Santiago, declara:

“Insisto en esto, pues, que interiormente, en el espíritu, ante Dios, el hombre es justificado por medio de la fe sola, sin ningún tipo de obra. Pero exteriormente y de forma pública, ante la gente y sí mismo, el hombre es justificado a través de las obras, es decir, el hombre mismo puede saber y estar seguro de que él cree honestamente y que es piadoso. Por lo tanto, puedes llamar a una la ‘justificación pública’, y a la otra la ‘justificación interior,’ pero en el sentido de que la justificación pública es sólo un fruto, un resultado, y una prueba de la justificación en el corazón. Por consiguiente, el  hombre no es justificado por las obras delante de Dios, sino que debe ser justificado previamente ante El. De esta forma podrías llamar a los frutos del árbol, las bondades evidentes del árbol, que son producto y prueba de la bondad natural e interior del árbol. Esto es lo que San Santiago quiere comunicar en su epístola, cuando dice (2:26): ‘fe sin obras es muerta,’ esto significa que el hecho de que no hayan obras  es una señal clara de que no hay fe, sino un pensamiento muerto, un sueño, que la gente falsamente llama fe” – What Luther Says, (lo que dice Lutero)  vol.3, pags.1231, 1232.

 Las obras justifican a Pablo ante los Hombres

Pablo también sabía que ante los hombres él era justificado por sus obras. El frecuentemente se justificaba a sí mismo ante las iglesias recordándoles sus obras. Para responder a sus críticas, él exaltaba su oficio apostólico para justificar su  curso de acción. En este método de justificación, Pablo no habla de su fe, sino que habla de sus obras. A los creyentes de Tesalónica les escribe:

 “Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo;  ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo.  Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.  Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes.” 1 Tesalonicenses. 2:3-10

De esta forma la obras del apóstol lo justificaron delante de los Tesalonicenses. Luego, en respuesta a los críticos en Corinto, él escribió:

“Puesto que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré; porque de buena gana toleráis a los necios, siendo vosotros cuerdos. Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas. Para vergüenza mía lo digo, para eso fuimos demasiado débiles. Pero en lo que otro tenga osadía (hablo con locura), también yo tengo osadía. ¿Son hebreos? Yo también. ¿Son israelitas? Yo también. ¿Son descendientes de Abraham? También yo. abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias.” 2 Corintios 11:18-28

Así las obras justificaron a Pablo ante los Corintios. Y en muchos otros lugares, y ante muchas otras personas, Pablo mostró que las obras lo justificaban.

Ninguna obra puede justificar al hombre ante Dios

Cuando Pablo compareció ante sus jueces y acusadores, protestó diciendo que no había hecho nada digno de muerte. Sostuvo que su conciencia estaba libre de culpa para con Dios y los hombres( Hechos 24:16; 25:11).  Pero nunca argumentó de esta manera ante Dios. Su intachable vida y su santo ministerio no eran la base de su recta posición ante Dios. Por lo que declaró: “Porque aunque la conciencia no me remuerde, no por eso quedo absuelto[Justificado-Reina Valera 1960]” (1 Corintios 4:4 NIV). El sabía muy bien que su justificación ante Dios era por gracia sola, solo por la sangre de Cristo, y que nunca se basó en lo que el Espíritu Santo había hecho en él, antes tenía su fundamento en el acto redentor de Dios en la cruz en la persona de Cristo. (Ver Romanos 3:24 BLA).

El pueblo de Dios debe estar enraizado en este evangelio de la justificación, antes de que el Cielo les confíe el don del Espíritu para que proclamen la verdad bajo la fuerza del poder del Espíritu. Y aún así, como Pablo, poder confesar: “Mas no por eso soy justificado”.  Se requiere la justicia de Dios, toda Su justicia, para ser aceptado ante sus ojos. Esa justicia se encuentra en el hombre Cristo Jesús. Nuestra salvación no puede descansar en nada más que en Su humillación, sufrimiento y muerte. Su humillación no fue sólo la humillación de un hombre, sino la del mismo Dios.  La excelencia de su carácter fue infinita. Sus sufrimientos fueron infinitos, Su muerte de  valor infinito. El sacrificio de Cristo asombró a los ángeles. Éste será la ciencia, canción y asombro de los redimidos por la eternidad. Sobre este único, magnífico e inexplicable regalo debemos basar nuestro derecho de presentarnos ante Dios por los siglos y por la eternidad. ¡Alabado sea Dios por esta firme esperanza!  ¡Qué consuelo el saber que nunca necesitaremos hacer depender nuestra salvación en nada que esté en nuestro interior! Y para enseñarnos todas estas cosas, Dios nos otorga su Espíritu Santo.

2 thoughts on “La justificación ante Dios y los hombres”

  1. Muy bonito mensaje apto para adultos espirituales.
    Somos justificados ante Dios por la fe, pero no creo en la justificación ante los hombres
    por obras, aunque Pablo enumera una serie de obras y sufrimientos en su ministerio, no creo que su propósito era para verse bien ante los hombres. Creo más bien que su fe lo motivaba a hacer obras . Creo además que Santiago entiende que la fe te mueve a actuar, la fe mueve a participar en la obra que Dios manda, a sufrir si es necesario y moverte a la voz de Dios como hacían los profetas, el tratar de justificarnos ante los hombres podemos caer en hipocresía o vana gloria, nos justificamos ante los hombres cuando por fe escuchamos a Dios.

    1. Rabassa, creo que confundes el tema. Ni Pablo ni Santiago, cuando nos exhortan a las buenas obras, pretenden que vivamos en hipocresía y justicia propia. Tal cosa no existe donde la fe real se manifiesta. La fe que justifica hace consciente al cristiano que debe procurar en todo momento la gloria de Dios. Como lo hace, con sus mismas obras.

      Ante los hombres la justificación es por obras puesto que ellos solo pueden ver tus obras no tu fe. Lo que esto quiere decir es que las buenas obras que los cristianos producen provocaran en los que la reciben alabanzas a Dios y confesarán que en verdad eres un creyente. Aparte de las obras, tu prójimo no tiene con que asegurar que eres lo que profesas ser. A esto se refiere Santiago cuando habla de mostrar nuestra fe. En realidad, Santiago condena las pretensiones de algunos que son indiferentes a las necesidades del prójimo, no es su tema el mostrar como la fe verdadera impulsa al hombre a obrar, esto está detrás de la declaración, pero su argumento es más correctivo que doctrinal. El cristiano que no se adorna de buenas obras revela que no es lo que pretende. Bendiciones.

Leave a Reply to Manuel Rabassa Cancel reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *