El Evangelio y el Control de tus Actitudes

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Definición de Actitudes

Los sicólogos definen actitud como la tendencia, disposición o inclinación para actuar en determinada manera. La conducta o reacción que manifestamos ante determinado objeto. De manera simple, las actitudes describen tus reacciones emocionales hacia las personas o las cosas, que te llevan a comportarte en determinada forma. Decimos que una persona tiene una actitud positiva ante la vida, o tiene una actitud egoísta, una actitud misericordiosa, etc.; juicio que hacemos a la luz de su conducta.

Origen de nuestras actitudes

Los sicólogos las atribuyen a la sociedad, al ambiente familiar y a los grupos a los cuales pertenecemos. La realidad es que, bíblicamente hablando, ellas tienen su origen en la corrupción del corazón humano. La Biblia dice que “las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas (NVI, Gálatas 5:19-21).

Elementos que dan forma a nuestras actitudes

Las actitudes están formadas por tres elementos. El conocimiento o la opinión que formamos de las cosas de acuerdo a la información que tenemos o la impresión que nos dejan.

El Conocimiento u opinión forman las actitudes

El conocimiento es un factor importante para establecer nuestras relaciones, pero necesitamos ser conscientes que éste puede ser muy limitado, y en gran medida equivocado. Por lo que se requiere que tengamos los hechos claros antes de hacer un juicio sobre determinada persona.

Desde el punto de vista bíblico el conocimiento que tenemos de las personas es diferente al que tenemos de ellas según su carne. Pablo hace claro este hecho en 2 Corintios 5:14-17:

“Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión: que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de ahora en adelante ya no conocemos a nadie según la carne; aunque hemos conocido a Cristo según la carne, sin embargo, ahora ya no le conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas.”

El creyente debe hacer juicio de las personas a partir del evento de la cruz. La vida, muerte y resurrección nos han introducido a la nueva creación y nos urgen a que pensemos de las personas como nuevas criaturas en Cristo. El antiguo conocimiento lo adquirimos de acuerdo a lo fueron en la carne, el nuevo según la nueva creación que llegó con Cristo y afectó a todos los hombres. La clave para una actitud positiva hacia los demás es contemplarlos en Cristo.

A la luz de lo dicho se concluye que el conocimiento no sólo nos dice cómo debemos pensar de nuestro prójimo, también revela quiénes somos y cuáles son los valores que gobiernan nuestra conducta. Nuestras actitudes, más que hablar de la otra persona, manifiestan quiénes somos y qué creemos. Dios nos llama, como cristianos, a adquirir nuevos valores, y estos se ejemplifican en el evangelio. El evangelio nos muestra que Dios ha cambiado su actitud hacia nosotros al cambiar su manera de pensar de nosotros. Piensa de nosotros como nuevas criaturas en Cristo, nos ve como personas perfectas y se relaciona con nosotros en estos términos, por lo que nos da lo que no merecemos: nos llena de toda rica bendición.

Para entender las luchas entre Agar y Sara necesitamos preguntarnos qué opinión tenía Agar de su señora que la llevó a reaccionar como lo hizo. Por sus acciones descubrimos que Agar menospreciaba a Sara por su esterilidad. Se creía mejor que ella y es muy probable se burlara de su edad. Pensaría de la necedad de una “vieja” que abrigaba la esperanza de tener un hijo. Su forma de conducirse mostraba, a su vez, su baja autoestima. Su sentido de inferioridad, el saberse una esclava, la llevaba a utilizar palabras hirientes y burlonas para sentirse superior a Sara.

Los Sentimientos dan forma a las actitudes

Las actitudes dependen grandemente de la manera en que nos sentimos respecto a las personas o cosas que nos rodean. Sentimiento es el estado de ánimo o sensación que experimentamos por los estímulos externos; estos dependen grandemente del conocimiento de las cosas que nos afectan. En otras ocasiones los sentimientos son productos de nuestros pensamientos o la imagen mental que formamos de las personas y las circunstancias.

¿Qué sentimientos experimentaron Sara y Agar? Agar se siente superior a Sara, manifiesta egoísmo y desinterés, no le importan sus sentimientos, por lo que tiene una actitud desafiante y burlona. Por otro lado, Sara percibe a Agar como insolente, una simple esclava que no tiene ningún derecho, que procura usurpar su lugar dentro del círculo familiar; de ahí que sus sentimientos hacia ella sean vengativos y destructivos. Su opinión negativa de Agar la vuelca sobre Abraham, a quien trata de insensible a sus necesidades y de no actuar a su favor. Su actitud es defensiva por cuanto se ve a sí misma como una víctima, pues no reconoce su responsabilidad en el problema. Esta situación ella la creó, no Abraham.

Sentimientos de amor, benevolencia y gracia únicamente pueden expresarse cuando tenemos un concepto claro de nosotros mismos y de nuestros semejantes. Los que piensan de sí mismos como superiores no pueden amar, porque el amor es una humillación, es rebajarse al nivel de los demás. El amor sirve a su prójimo, toma la posición de siervo, por lo que sólo ama quien se entrega por los demás y reconoce que está tan necesitado como su prójimo. No es mejor a él sino igual o peor; un gran pecador que se ha refugiado bajo la gracia.

Entendiendo lo que somos frente a la justicia divina y el inmenso favor que hemos recibido, nos despertará a la realidad de que no somos mejores que los demás. Al contrario, nos hará estar agradecidos a Dios por no tratarnos como nuestros pecados merecen. Ama mucho, a quien mucho se le ha perdonado; por este motivo reconoce que no debe juzgar los pecados de otros, cuando los suyos son mayores. Quien piensa que sus pecados son pequeños comparados a los de su prójimo no entiende su propio corazón y lo horrible que es el pecado. Nuestras actitudes negativas son el producto de considerar nuestras faltas más pequeñas e insignificantes que las de aquellos que acusamos y juzgamos dignos de nuestro desprecio o condenación.

Las Acciones expresan las actitudes

La actitudes se revelan en las acciones. Cómo piensas y sientes respecto a alguien se revela en la manera en que lo tratas. Agar se burlaba de Sara porque la tenía en poco. Sara maltrataba a Agar porque la consideraba una simple esclava. Nuestros actos no son meramente acciones en contra de nuestro prójimo, sino un retrato de nuestro carácter. Nuestras actitudes, a diferencia de los actos, expresan la maldad detrás de la acción; los sentimientos negativos que albergamos de las personas. Lo que hacemos, habla más de nosotros que de las personas que nos provocan. El corazón es el terreno donde sembramos las actitudes, luego las regamos, las abonamos hasta crecer y convertirse en el alimento de nuestras acciones.

El perdón es un cambio de actitud respecto a las personas. Nuestro pensamiento cambia y como resultado nuestros sentimientos, lo que trae a su vez el restablecimiento de nuestra relación con ellas. Una conducta negativa persistente demuestra no haber habido cambio de actitud. El perdón divino es nuestro modelo. Cuando Dios perdona cambia su pensamiento respecto a nosotros, nos considera justos, personas intachables. Como resultado, en lugar de sentimientos de ira recibimos las expresiones de su amor y gracia. De igual manera se nos llama a actuar.

Efectos de actitudes negativas

Las actitudes se forman en nosotros y afectan nuestros sentimientos, crean en nosotros sentimientos de amor, odio, egoísmo, que a su vez nos destruyen emocionalmente y nos hacen conducirnos de manera destructiva.

La historia de Agar y Sara revelan los efectos de no corregir nuestras actitudes. Sara, por un lado, con su actitud egoísta e indiferente a la promesa de Dios causó un caos innecesario. Se vio afligida por las mofas y las injurias de su sierva, y colocó a Abraham en una posición que lo afectaría el resto de sus días, al igual que la relación entre sus hijos. Con su actitud vengativa procuró destruir a Agar, lo que hizo que ella escapara por su vida.

Por otro lado Agar trajo discordia a la familia de Abraham y acarreó su misma desgracia, por cuanto Abraham la puso a merced de la actitud abusiva de Sara. El capítulo 21 de Génesis muestra que Agar, aunque sometida a su señora, mostró sus actitudes frente a su hijo quien continúa practicando la burla, al igual que su madre. Razón por la cual los expulsaron de la familia de Abraham y tuvieron que sufrir en el desierto.

Las actitudes negativas nos dañan más a nosotros que a las personas que afectamos con nuestras acciones. Destruyen nuestras personas, emocional y sicológicamente. Destruyen nuestros hogares, nos separan de las amistades, por lo que a menudo terminamos deprimidos y solos. Terminamos como Agar en la soledad del desierto deseando morirnos.

Llamado a la humillación

Todos somos propensos a huir de las dificultades, dificultades que a menudo somos sus arquitectos y constructores. No nos damos cuenta que cuando huimos nos llevamos con nosotros la causa de la dificultad. Por lo que no importa donde vayamos, donde nos refugiemos, este monstruo nos perseguirá y nos destruirá. La forma de Dios obrar es diferente, nos manda a regresar donde el problema se encuentra, y confrontar nuestras actitudes. Dios le dijo a Agar que regresara y se sometiera a Sara. Una manera de decirle que ella era la responsable de su problema y que nada sacaba con huir mientras no aprendiera el respetar y someterse.

El camino al éxito es la humillación, reconocer la dignidad de los demás y asumir nuestra posición de siervo. Dios no desea que nos coloquemos en una situación abusiva donde nuestra vida se ponga en peligro, pero si somos los responsables necesitamos confrontar el problema y cambiar nuestras actitudes. La humillación es dolorosa, no hay cosa que más aborrezca nuestro ego que humillarse; pues hacerlo equivale a reconocer que somos culpables, por lo que preferimos huir llevando con nosotros el malévolo equipaje.

Las dificultades son la escuela donde descubrimos nuestros defectos de carácter, el crisol donde se nos purifica y el martillo con el cual se nos forma. Podemos continuar jugando el juego de inocencia pretendiendo que somos víctimas o reconocer de una vez por todas que somos responsables de nuestras actitudes y los efectos que ellas han causado. Si continuamos jugando de inocentes, nos encontraremos amigo de la soledad y compañeros de la frustración.

Resumiendo

Recogiendo lo más importante de lo dicho: se forman las actitudes mediante el conocimiento o la opinión que tenemos de las cosas y las personas, esto a su vez levanta en nosotros sentimientos negativos o positivos que nos llevan a actuar de acuerdo a ellos. Agar y Sara son un ejemplo de los resultados nefastos de actitudes negativas. Afectaron no sólo el círculo familiar inmediato sino a futuras generaciones, como lo muestra la historia. Vivieron un ambiente miserable de discordia, envidia y abusos físicos y verbales simplemente por no controlar sus actitudes.

Es de gran importancia el aprender a controlar nuestras actitudes, de lo contrario ellas nos controlarán a nosotros. Para hacerlo necesitamos aprender a respetar a las personas por el valor que tienen ante Dios. Dios nos enseña en su Palabra que debemos tener a los demás en más alta estima que nosotros; hablar bien de ellas, no por lo que son en su carne, —de lo contrario nunca lo haríamos—, mirémoslas conforme a lo que son en Cristo, su Representante.

Aprendamos a usar palabras que eleven el espíritu caído de los demás, que fortalezcan su estima propia y desechemos el espíritu negativo de la crítica. Ejerce dominio propio y proponte alimentar cada día una actitud perdonadora. Finalmente, toma responsabilidad por tus malas acciones, así evitarás caer en el engañoso juego de hacerte la víctima.

¡Quién no desea estar con personas que levantan el espíritu caído y nos alientan a buscar lo mejor de la vida! Si no controlas tus actitudes negativas te aislarán de los demás y te acarrearán resultados destructivos tanto física como emocionalmente.

No te olvides de la gracia

Jehová le ordena a Agar a que regrese a su ama, Sara. El mandato no es una orden seca, insensible, está preñada de promesas. Dios no nos manda a enfrentar nuestros monstruos con nuestras débiles fuerzas, agobiados por el dilema de nuestra propia destrucción. Nos manda investidos con la seguridad de que estará junto a nosotros, y nos augura desde el mismo principio un mejor mañana. Por culpables que seamos de nuestra propia desgracia, la voz consoladora de Dios nos asegura que él es el “Dios que me ve”. Cuánto consuelo para los caídos son estas palabras. No para caídos por las injusticias ajenas, ante todo para los que han labrado su propio hoyo y luego han caído en él. En medio de nuestro pozo cenagoso nos dice que ha oído nuestra aflicción. ¡Qué Dios tan grande! que escucha criaturas tan torpes como nosotros.

¡Qué gracia sublime que se inclina al rincón más recóndito de la tierra para escuchar el gemido agonizante de la débil criatura que se ha lastimado por su propia torpeza! Bendita gracia, nunca está ocupada, siempre tiene tiempo para subsanar nuestras heridas y levantar al caído. Pero nuestros pensamientos están oscuros y nuestros corazones endurecidos, por lo que como animales rabiosos peleamos con la siluetas de nuestras propias sombras. Rehusando aceptarlas como nuestras, condenando al mundo por tenerlas. ¡Oh, si aprendiéramos a otorgar gracia, cuánta dicha habría en el mundo y cuánta paz los hombres gozarían!

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