El Evangelio Eterno y Ben Estoy Tratando

 Nota del editor: Hace unos años se publicó en una revista esta ilustracion del evangelio. Decidimos publicarla en nuestra página porque creo que será de gran bendicion para todos ustedes, nuestros lectores. Disfrútenla.

Por Facture Gravestock
hombre-enfermoEsta es historia es de un hombre que se dio cuenta de su condición perdida y desesperada. Sabía que estaba sin Dios y sin esperanza en el mundo. Sabía que necesitaba ayuda. Cuando analizó su vida pasada, no encontró nada en lo que pudiera poner su confianza; nada sobre lo cual pudiera tener la certeza de saber que su aceptación estaba asegura.

Su historia comienza y termina en el Hospital de la Misericordia; en la unidad de cuidado intensivo. El nombre del paciente es Ben “Estoy Tratando”. Había estado tratando de ser bueno, de ser un cristiano. Había estado tratando de creer, tener la fe para abrirse camino — pero había sido inútil. Desesperado en la cama de aquel hospital, con pocas horas de vida, para él el tiempo era muy precioso. Sabía que vivía en tiempo prestado; no tenía a nadie que lo ayudara a prepararse para enfrentar la eternidad excepto sus tres religiosas hermanas. Cada una de ellas profesaba ser cristiana y cada una había venido a aliviar y consolar a su querido hermano en este momento de dolor y crisis. Quizá ellas podrían ayudarlo a abrirse camino y creer antes que fuera demasiado tarde. Todas estaban en la sala de espera, en la unidad de cuidado intensivo, para ver a su hermano agonizante.

La enfermera llamó a una de las hermanas,

Enfermera: “Señorita Nebulosa”

Ella siguió a la enfermera silenciosamente y se le informó que debía ser breve pues su hermano estaba muy delicado. Cuando se acercó a la cabecera de su hermano y miró en sus ojos, pudo darse cuenta que estaba sin Dios y sin esperanza. Él le agarró la mano y gimió,

Ben:“Por favor, hermanita, ayúdame a abrirme camino. . . . Sé que me queda poco tiempo.. . . . Ayúdame a creer. . . . Por favor, ayúdame.”

¿Cómo podía él ser ayudado? ¿Qué podía ella decirle? Ella respiró profundamente y comenzó a hablar.

Nebulosa : “Ben, Ben, escúchame. Debes darle tu corazón a Jesús, rápidamente.” Ben la miró fijamente en incredulidad. Colocó su mano sobre el corazón y pareció desconcertado. “Debes extender tu mano y tomar la Suya, luego invítale a entrar en tu corazón. Debes aceptar al Cordero, abandonar el pecado y rendirlo todo.”

La expresión de Ben mostraba confusión, así que ella continuó.

“Debes caer sobre la Piedra. Tienes que depender de Sus méritos y arrepentirte de tus pecados, entonces acepta libremente su inconquistable manto de justicia. Esta es tu cubierta — tu vestido de boda. Es tuyo, Ben, cuando te arrepientas y creas.”

Gotas de sudor bajaron por su rostro cansado. Recostada su cabeza en la almohada, sin esperanza, con su mirada en el techo. Un suspiro mortal escapó sus labios, temblaba en desesperación. La enfermera entró y susurró,

Enfermera: “Señorita Nebulosa, terminó su tiempo”.

La segunda hermana, la Señorita Sólida Concreto, avanzó hacia el cuarto del hermano y se sentó a su cabecera. Antes de que pudiera hablar, Ben la miró frenéticamente y con gran esfuerzo pronuncio estas palabras:

Ben:“Ah, hermana, por favor ayúdame. . . . Ayúdame a creer. . . Estoy tratando. . . de abrirme camino,. . . Pero no puedo,. . . . no puedo.”

Ella se inclinó y lo miró al rostro, reflejaba la ansiedad de su corazón. Entonces tomando su mano temblorosa le dijo:

Sólida Concreto :“Ben, sólo puedo decirte lo que la Biblia dice acerca de la clase de personas que irán al cielo. Su conducta estará en marcado contraste a la del mundo. Si quieres estar allí,. . . bueno, eso depende de ti. Para que puedas tener esperanza y para que puedas ser un cristiano, primeramente debes renunciar a tu antigua vida de pecado,  tu vida de maldad y egoísmo. Tus hábitos sociales; tu conducta y conversación deben cambiar drásticamente. Todo lo que practicas debe ser eliminado. Es malo. No es bueno. Tengo que decirte la verdad. Debes renunciar a apostar. Deja de fumar. Deja de beber. Deja de ir a esas barras y esos terribles clubes nocturnos. Cambia tus hábitos. No te asocies con tus viejos amigos. Has nuevas amistades. Baja de peso. Deja de ser un glotón. Haz de tu cuerpo un lugar apropiado para el Señor morar. Que sólo pensamientos buenos, inspiradores y nobles tengan cabida en tu mente. Deja de  leer esas revistas pornográficas e historias vulgares. En vez de eso, lee la Biblia. Llene tu mente con las cosas que son puras y virtuosas. Medita en cosas celestiales. Ama al Señor y odia el mal con odio perfecto y. . . Y. . . ¡Ben! . . . ¡Ben! . . . ¿Me estás oyendo? . . . ¿Ben? ¿Estás bien? ¡Enfermera! ¡Enfermera!”

A Ben le faltó el aliento, se ahogó. La enfermera tomó rápidamente su pulso. “Está casi muerto. . .. ¿Podría esperar afuera, por favor?”

Después de unos momentos la enfermera busco a la última hermana.

Enfermera: “Es usted la otra hermana de Ben?” le preguntó.

Fe en Cristo: “Sí, yo soy.”

Enfermera: “No tiene mucho tiempo para hablarle.”

La enfermera hizo una pausa, entonces agregó,

Enfermera: “Ni Ben tampoco.”

Fe en Cristo: “Entiendo, enfermera, muchas gracias.”

Sentándose al lado de su amado hermano, la Señorita “Fe en Cristo” tomó su mano y oró silenciosamente que sus palabras fueran de vida para vida para el pobre Ben, su desesperado y perdido hermano menor. ¿Lo miró a los ojos con esperanza y valor, y dijo,

Fe en Cristo: “Ben, estás preparado para morir?”

Ben: “No. . . Yo no estoy listo. . . Hermana,. . . Pero estoy tratando de estar listo. . . . Estoy. . . tratando de abrirme camino. . . . Estoy tratando de creer ,.. hermana.”

El retorció las manos, y lloró, suspiró y sacudió la cabeza.

Ben: “Pero es inútil…. es que no puedo creer. … Mis esfuerzos son inútiles, no puedo abrirme camino. He hecho mi máximo esfuerzo, pero todo es inútil.”

Fe se inclinó hacia su oído mientras éste permanecía allí inmóvil.

Fe en Cristo: “Mi querido hermano Ben, yo entiendo tu condición. ¿podrías permanecer quieto por algunos minutos? Sólo permanece callado y escucha. Esto es todo cuanto pido que hagas — escucha tan sólo.”

Tan pronto como estuvo calmado, Fe comenzó a hablar. No lo instó a tratar de creer con más esfuerzo, en lugar de esto, le dio la certeza de cómo Dios el Padre lo había amado en Jesucristo. Comenzó a decirle las buenas noticias, las buenas nuevas.

Fe en Cristo: “Ben,” ella le dijo, “mientras tú eras Su enemigo, el Padre te amó y te escogió para estar con Él donde Él está. No escatimó a Su único Hijo por ti.  Todo el cielo se vació y quedó en bancarrota por ti. Te ha dado todo el amor y la riqueza acumulada y almacenada desde la eternidad en el regalo de Jesús, Su Hijo. Él te ha redimido, te perdonó y te aceptó en Jesús. Sí, Dios el Padre hizo todo esto por ti por Su gracia, Ben. Es la riqueza de Dios, a expensas de Cristo, por gracia sola. El Padre te salva por Su gracia.

“Hace dos mil años, cuando llegó la plenitud del tiempo,  Dios el Hijo, tu Salvador Jesús, dejó el cielo porque aun con todo su glorioso esplendor no era un lugar de desear mientras tú estuvieses perdido. Él, quién es adorado y venerado por los ángeles, dejó su trono y su posición exaltada, y se dignó venir a esta tierra oscura. Y en la hora designada por el Cielo nacía en un humilde pesebre por ti, Ben. Creció, vivió y sufrió la vergüenza y la humillación como el rechazado a fin de que tú fueses el aceptado. Por tu causa se hizo pobre para que por su pobreza tú fueras enriquecido. Fue tratado como tú merecías a fin de que tú seas tratado como él merece.  Llevó la corona de espinas para que tú lleves la corona de la vida. El vinagre y la amargura  los hizo suyos para que la miel y dulzura sean tuyas.  Pagó el precio a fin de que tú puedas disfrutar de la herencia. Y por su crucifixión y muerte tomó tus pecados y los puso en la tumba, enterrando para siempre tu vieja vida de fracaso. En tu lugar destruyó la muerte,  derrotó al diablo, cerró las puertas del infierno, y abrió las del paraíso. Su obra nos salvó, no la nuestra. Resucitó al tercer día, y por el poder de su resurrección y ascensión, ha presentado ante el trono de Dios esa vida y justicia perfecta e intachable. El Padre lo recibió, honró, abrazó y lo aceptó nuevamente  como nuestro Representante, como nuestro Substituto en lugar de nuestro fracaso. Y Ben, cuando el Padre recibió, honró, abrazó y aceptó a Jesús, era igual que si te hubiese recibido,  honrado, abrazado y aceptado a ti, porque tu humanidad estaba presente en él. La fe dice, ‘Mío es el vivir de Cristo, su hacer,  hablar, su sufrimiento y muerte; mío tanto como si yo lo hubiese vivido, hecho, hablado, sufrido, y muerto como él lo hizo.’ Hizo todas las cosas necesarias para tu salvación, Ben, por el hacer y morir de Jesús. Peleó la guerra, ganó la victoria. Dios el Hijo te reconcilió con el Padre. Te perdonó por su muerte en la cruz. Estas sentado a la diestra de Dios por su resurrección y su vida.  Es solamente por Cristo. El Hijo te salvó por Su vida y muerte.

“Y eso no es todo, mi hermano precioso, aún ahora, Dios el Espíritu Santo está presente para darte fe por el oír del evangelio. Es Su oficio el convencernos de pecado, justicia y juicio. Es Su labor el crear la fe en los corazones cuando el evangelio se escucha. El también te ama y te consolará. Iluminará tu mente, te mostrará la cruz, y te conducirá a Cristo, y te dará la bendita esperanza y la alegría de la aceptación en la confraternidad amorosa con el Padre y con el Hijo. El nos hace ver la bondad del Padre en dar a Su Hijo, lo cual nos conduce al arrepentimiento y nos da fe abundante en su indecible amor y misericordia. Porque sólo con amor es el amor despertado.

“Dios el Padre te amó y te salvó por su gracia al darte a su único Hijo. Dios el Hijo te amó y te salvó dándote su vida, su muerte; su hacer, y su morir. Dios el Espíritu Santo te amó y te salvó dándote fe para aceptar tu aceptación y para creer en el nombre del Hijo de Dios para que puedas saber, Ben, que tienes vida eterna, ‘y esta vida está en Su Hijo. Aquel que tiene al Hijo tiene la vida.’

El oído de Ben había recibido el evangelio eterno. La fe se encendió en su corazón. Vio, por la iluminación del Espíritu Santo, que Dios lo aceptó porque Jesús había sido aceptado. Vio que él era agradable a los ojos de Dios porque Jesús era enteramente agradable. (” Este es Mi amado Hijo, en quien estoy bien complacido.”) Se aferró de la simple verdad de que Jesús era su Representante personal y la justicia que lo sustituía  a la diestra del Padre. A la luz del evangelio se dio cuenta, ahora, que la pregunta no era, “¿Me aceptará Dios?” sino, “¿aceptaré el hecho de que ya fui aceptado?”  Comprendió el descubrimiento asombroso que el mismo hecho de que era un pecador le calificaba para venir a Jesús. No había preguntas ahora. No cabían dudas. El Espíritu Santo iluminó su mente, y poco a poco la cadena de evidencias se unió. En el Jesús magullado,  ridiculizado,  y colgando sobre la cruz vio al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. La esperanza inundó su alma. Ahora sabía y tenía la certeza, confianza y audacia de que la vida de Jesús era su vida. Ahora sabía que su aceptación estaba segura porque había sido aceptado en el Amado. La gratitud hacia Jesús inundó su corazón. Las lágrimas corrían por sus mejillas. La alegría llenó su alma, una sonrisa se dibujó sobre su rostro mientras decía,

Ben: “Lo veo. . . . Veo. . . que. . . . todo fue. . . por mí. Lo acepto. Yo Creo.”

Ese fue el último mensaje de misericordia que Ben escuchó. No llegó a vivir otro día. Esa noche murió. La fe en Cristo a través del evangelio eterno era su única esperanza.

 

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